El Cine en el Valle del Cauca
Por Ramiro Arbeláez
El cine, como medio de reproducir el movimiento, es
el resultado de pacientes investigaciones, pruebas y errores llevados a
cabo, sobre todo, en la segunda mitad del siglo XIX, aunque como
proyecto pueda encontrar antecedentes tan antiguos como la caverna de
Platón, en la antigua Grecia. El crítico francés André Bazin decía que
el cine existía ya en el cerebro de los hombres y que lo sorprendente
fue la resistencia que opuso la materia para concretar el mecanismo.
Así pues, hay indicios de que viajeros, magos o aventureros visitaron
nuestro territorio trayendo aparatos que proyectaban imágenes estáticas
en la segunda mitad del siglo XIX; pero el cine, entendido como
mecanismo que proyecta fotografías y crea la ilusión de movimiento llegó
a Colombia después de 1.895, fecha en que los hermanos Lumière
presentaron su Cinematógrafo en París, y un año después de que Thomas
Alva Edison había presentado su Proyectoscopio (o Kinetoscopio
proyectante) en Estados Unidos. Como el avión, el cine es un legado del
siglo XIX.
Lo más probable es que tanto Panamá -que en ese momento todavía
pertenecía a Colombia- como Barranquilla, Bogotá y Medellín, hayan
conocido el cine antes que Cali, por el simple hecho de estar ubicadas
en la ruta más corta que de Europa o Estados Unidos trazaba cualquier
viajero que se aventurara por estos parajes. La penetración en el
territorio nacional se hacía desde Barranquilla por el río Magdalena y
se completaba a lomo de mula por caminos de herradura y por el río
Cauca. Hay noticias de presentaciones del aparato de Edison en Bogotá
en 1.897 y en Medellín en 1.898. La noticia más remota de una exhibición
en Cali es de 1.899 y también se sabe que en ese año se realizó la
primera filmación o toma de vistas de Cali, con seguridad de carácter
documental. El periódico El Ferrocarril correspondiente al 16
de junio de 1.899, trae noticias de una velada en el Teatro Borrero,
donde se vieron imágenes de Cali: el puente Ortiz y la iglesia de San
Francisco, entre otras. Tal vez se trate del cinematógrafo de los
franceses, que maravilló a los paisas en agosto de 1.899, pues este
aparato permitía tanto proyectar como filmar o tomar vistas, como se
acostumbraba a decir en la época.
Cali era, a comienzos del siglo XX, una tranquila población de alrededor de 20.000 habitantes y no había luz eléctrica, de manera que los magos y feriantes que se atrevían a traernos el cine, tenían que traer también el aparato para generar la electricidad con que proyectaban las imágenes (electrógenos, dínamos, etc.). En algunos casos "la luz es hidro-oxígena, y se prepara fácilmente, por medios científicos que están al alcance de los empresarios", más adelante aparecen noticias del uso de luz oxilita, lo mismo que del uso del arco voltáico. Los lugares que se usaron para dar los primeros espectáculos eran teatros donde los había, salones amplios, solares, terrenos baldíos, patios de casas grandes que se acondicionaban temporalmente mientras se agotaban las vistas que el viajero traía.
Cali era, a comienzos del siglo XX, una tranquila población de alrededor de 20.000 habitantes y no había luz eléctrica, de manera que los magos y feriantes que se atrevían a traernos el cine, tenían que traer también el aparato para generar la electricidad con que proyectaban las imágenes (electrógenos, dínamos, etc.). En algunos casos "la luz es hidro-oxígena, y se prepara fácilmente, por medios científicos que están al alcance de los empresarios", más adelante aparecen noticias del uso de luz oxilita, lo mismo que del uso del arco voltáico. Los lugares que se usaron para dar los primeros espectáculos eran teatros donde los había, salones amplios, solares, terrenos baldíos, patios de casas grandes que se acondicionaban temporalmente mientras se agotaban las vistas que el viajero traía.
¿Que películas se vieron?
Eran imágenes tomadas en Europa, paisajes de ciudades y campos, portentos de la naturaleza, la llegada de un tren de pasajeros a la estación, la feria en una aldea suiza, corridas de toros, dragones alemanes brincando obstáculos en Stuttgart, una bailarina de la Gran Opera de París, baños de mar en Milán, dragones franceses atravesando el Sena, etc. Sin embargo, aunque todavía la investigación está muy
incipiente en el Valle del Cauca, es muy probable que películas
norteamericanas hicieran parte de estos programas cinematográficos,
pues igual acontecía en ciudades como Barranquilla, Bogotá y Medellín.
El siguiente paso fue superar las imágenes documentales, generalmente no más largas de un minuto y representar historias cada vez extensas. En esto parece que los norteamericanos imitaron bien a los europeos, que a partir del francés Georges Méliès comienzan a usar el cine para crear situaciones fantásticas y para representar obras famosas de la literatura universal, como La dama de las camelias, Los Miserables, Don Quijote de la Mancha, El conde de Montecristo, Los tres mosqueteros o hacer reconstituciones históricas como las del Proceso Dreyfus, Cabiria, Maciste, Napoleón, El gran invasor, etc. Es de suponer que así como en Antioquia, en el Valle se vieron las norteamericanas La vida de un bombero americano, El gran asalto a un tren, La cabaña del tío Tom, al lado de películas del género cómico, del oeste, persecuciones y dramas cada vez más largos, entre los que no faltaron varias versiones de la pasión de Cristo. El público se familiarizó con actores y actrices italianos y franceses, como Giovanni Barella, Gabrielle Robinne, Lyda Borelli, Francesca Bertini, pero a partir de 1.910 las divas de Norteamérica nos invadieron con su talante descomplicado y sus trajes de baño atrevidos: Sally Blane, Nancy Carrol, Joan Crawford, Gwen Lee, Sue Carol, Alice White, Doris Dawson, etc., pero también héroes masculinos como Tom Mix, Nick Winter, Robinet y Max Linder. A partir de 1914 se impusieron las series, historias que se pasaban por episodios, entre las que se destacaron las de Tom Mix, Perico Metralla, Eddie Polo, Juanita Hansen y Juan Centella. Películas sin sonido, con los diálogos escritos en intertítulos y que se exhibían con música de fondo, interpretada por músicos de una banda local. No se trataba de funciones permanentes, sólo de algunos días a la semana, inicialmente sólo en horario nocturno por la oscuridad necesaria.
El siguiente paso fue superar las imágenes documentales, generalmente no más largas de un minuto y representar historias cada vez extensas. En esto parece que los norteamericanos imitaron bien a los europeos, que a partir del francés Georges Méliès comienzan a usar el cine para crear situaciones fantásticas y para representar obras famosas de la literatura universal, como La dama de las camelias, Los Miserables, Don Quijote de la Mancha, El conde de Montecristo, Los tres mosqueteros o hacer reconstituciones históricas como las del Proceso Dreyfus, Cabiria, Maciste, Napoleón, El gran invasor, etc. Es de suponer que así como en Antioquia, en el Valle se vieron las norteamericanas La vida de un bombero americano, El gran asalto a un tren, La cabaña del tío Tom, al lado de películas del género cómico, del oeste, persecuciones y dramas cada vez más largos, entre los que no faltaron varias versiones de la pasión de Cristo. El público se familiarizó con actores y actrices italianos y franceses, como Giovanni Barella, Gabrielle Robinne, Lyda Borelli, Francesca Bertini, pero a partir de 1.910 las divas de Norteamérica nos invadieron con su talante descomplicado y sus trajes de baño atrevidos: Sally Blane, Nancy Carrol, Joan Crawford, Gwen Lee, Sue Carol, Alice White, Doris Dawson, etc., pero también héroes masculinos como Tom Mix, Nick Winter, Robinet y Max Linder. A partir de 1914 se impusieron las series, historias que se pasaban por episodios, entre las que se destacaron las de Tom Mix, Perico Metralla, Eddie Polo, Juanita Hansen y Juan Centella. Películas sin sonido, con los diálogos escritos en intertítulos y que se exhibían con música de fondo, interpretada por músicos de una banda local. No se trataba de funciones permanentes, sólo de algunos días a la semana, inicialmente sólo en horario nocturno por la oscuridad necesaria.
Imagenes Nuestras
Paulatinamente durante estos primeros años los viajeros fueron
incorporando cada vez más en sus programas las vistas que seguramente
iban filmando por el camino, paisajes y poblaciones desconocidas o
personalidades oficiales que encontraban a su paso, incluyendo, claro
está, vistas de nuestro propio país. En una fecha tan temprana como
1.909, en un programa de exhibiciones cinematográficas presentado en el
Teatro Municipal de Bogotá, aparecían las siguientes: Vista del bajo
Magdalena en su confluencia con el Cauca, Subiendo el alto Magdalena,
Puerto Cambao, El cronófono subiendo por los Andes, La procesión de
Nuestra Señora del Rosario, Parque del centenario, Carreras en el
Magdalena, Panorama de San Cristobal, Gran corrida de toros, Martinito y
Morenito en competencia, Caídas del Bogotá en su descenso hacia el
Charquito, El gran salto del Tequendama, El excelentísimo señor general
Reyes en el polo de Bogotá. Documentos que seguramente fueron también presentados en varias ciudades del país y de nuestro Valle del Cauca.
El Valle Prospera
Después de la Guerra de los Mil Días comienza a editarse El Correo del Cauca,
desde el cual partió la campaña para la creación del departamento del
Valle, que se protocolizó en 1910, por desmembración del Cauca Grande.
Ese mismo año se inaugura la planta eléctrica de Cali y se coloca en
funcionamiento el tranvía entre Puerto Mallarino y el centro de la
ciudad. Todo esto confirma la concentración de la actividad comercial
que habría de crear las condiciones de infraestructura y acumulación de
capital necesarios para el posterior desarrollo y transformación de la
agricultura tradicional de la región. En 1913 la antigua Plaza de la
Constitución de Cali toma el nombre de Plaza de Caicedo y llega el
primer carro traído por Jorge Zawadzky; no hay todavía ni una sola
cuadra asfaltada en Cali. En 1914, cuando se inaugura el Canal de
Panamá, Buenaventura abre nuevas posibilidades mercantiles para el
departamento, y en 1915 la llegada del ferrocarril por el norte y el
comienzo de la construcción de la Carretera Central bordeando el río
Cauca, integran más a la región, constituyendo alternativas a la
navegación a vapor por el río Cauca. En 1917 Adolfo Aristizábal trae
los primeros carros desarmados a Cali y en 1923 se han registrado ya
235 carros en Cali y 4 ómnibuses en el Valle. La población de Cali
subió a 50.000 habitantes en 1924.
Empresarios Locales
El prodigio del cinematógrafo debió haber interesado
muy rápido a empresarios locales de nuestro Departamento, a juzgar por
el pleito que se presenta en la ciudad de Cartago en 1.908, por la
propiedad de un "kinetoscopio proyectante con ajuste eléctrico, un telón
y 27 películas", comprados a la compañía T.H. Mc Allister Manufacturing
Optician de New York, entre 1906 y 1907, por parte de Jesús María
Beltrán y Octavio Ramírez. Esto probaría varias cosas: primero, que
en esta década tuvimos también exhibiciones de películas
norteamericanas; segundo, que el hecho de contar con proyectores propios
seguramente promovió la adecuación o construcción de locales más
apropiados para proyecciones regulares; y tercero, que era posible un
negocio de cine en una población como Cartago, que en 1908 contaba con
unos 17.000 habitantes.
En 1913 se encuentran en Cali por lo menos dos empresas dedicadas a la
presentación de películas: la empresa Cine Universal y la empresa Cine
Olympia que tenía el Teatro Olympia, de propiedad de la Compañía
Nacional de Cinematógrafos, con sede en Bogotá. Cine Universal pudo
ser una empresa filial de Kine Universal, nombre que adoptó la Casa
Pineda López & Cia. de Barranquilla para distribuir sus películas en
varias ciudades de Colombia, incluyendo Cali y otras ciudades del
Valle. Sus cintas provenían generalmente de la Casa Pasquali de Italia. Cine Universal daba sus funciones en el Palacio Municipal de Cali,
frente a la Plaza de Caicedo, hasta que también la empresa Cine Olympia
se interesó en esa sala. El Consejo tuvo que realizar una licitación
para escoger un postor y se presentaron, además de las dos primeras, una
tercera empresa de cuyo nombre no hay referencia. Ganó la tercera
empresa, pero al siguiente día de la adjudicación se declaró en quiebra,
lo que permitió que Cine Universal se quedara otra vez con la sala.
Cuando el Consejo Municipal advirtió la trampa, no alquiló más el
Palacio Municipal. La empresa Cine Universal tuvo que esperar a que su
propio teatro estuviera construido, y lo logró al año siguiente, 1914, a
juzgar por una publicación de la época donde se quejan "de los
bochinches y guachafitas de circo o gallera" a consecuencia de la
"exhibición de películas vulgarísimas en el Salón Universal de Cali".
Por otro lado, parece que en 1.917, un año antes de comenzar la construcción del Teatro Municipal, que tardó nueve años en construirse, un incendio había destruido el Teatro Borrero, de propiedad de Claudio Borrero (cuyo socio era Dimas Echeverry) ubicado en la carrera 4ª entre calles 9ª y 10ª, donde se efectuaban presentaciones artísticas y donde, parece, se alcanzaron a proyectar películas enviadas por la empresa Di Doménico Hermanos al señor Borrero. En Palmira hay noticias de que Don Chepe Materón, en 1914, trajo de Estados Unidos el primer proyector a la ciudad y lo instaló en el Salón Materón, un bar de variedades de su propiedad.
Por otro lado, parece que en 1.917, un año antes de comenzar la construcción del Teatro Municipal, que tardó nueve años en construirse, un incendio había destruido el Teatro Borrero, de propiedad de Claudio Borrero (cuyo socio era Dimas Echeverry) ubicado en la carrera 4ª entre calles 9ª y 10ª, donde se efectuaban presentaciones artísticas y donde, parece, se alcanzaron a proyectar películas enviadas por la empresa Di Doménico Hermanos al señor Borrero. En Palmira hay noticias de que Don Chepe Materón, en 1914, trajo de Estados Unidos el primer proyector a la ciudad y lo instaló en el Salón Materón, un bar de variedades de su propiedad.
Revistas
Las empresas Cine Olympia y Cine Universal editaban en Cali sendas
revistas para promocionar sus películas y dar información general
concerniente al cine. Ellas fueron: El Olympia, órgano
del teatro Olympia, editada en Cali a partir del 19 de noviembre de
1913 por la Compañía Nacional de Cinematógrafos, que trae en su primer
número una referencia velada al pleito de la licitación y un
planteamiento en favor de la libre competencia; la segunda revista es El Cine Universal, de la que no quedan ejemplares ni se conocen fechas de publicación, sólo la reproducción que hace la revista El Kine,
de Sincelejo, en 1914, de un artículo escrito en la revista caleña por
Tulio Hermil con el título "¿Qué es el cine?", donde plantea que "La
misión del cinematógrafo, como la de la prensa, es esencialmente
civilizadora. Hacer obra de verdad, obra de belleza, hacer obra de
progreso: he ahí su fin".
Distribución
Es muy probable que por esos años (1913 - 1915) Cali y
el Valle ya hicieran parte de la red de distribución y exhibición de
Di Doménico Hnos. & Cia., los italianos que habían llegado a Bogotá
en 1911 y que fueron promotores de la construcción del Salón Olympia de
Bogotá, inaugurado en diciembre de 1912. Al año siguiente, Francesco y
Vicenzo Di Domenico, en compañía de sus primos Giovanni y Donato Di Doménico y sus
cuñados Peppino y Erminio Di Ruggiero constituyeron la empresa SICLA
(Sociedad Industrial Cinematográfica Latinoamericana - Di Domennico
Hnos. & Cia) para distribución y exhibición de películas, siendo Cali
y la región del Cauca un punto más del circuito, al que pertenecían
también Panamá y Caracas. En cuanto al territorio nacional, la empresa
se lo dividió enviando a cada provincia importante a un miembro de su
familia. A Giovanni Di Doménico le encargaron la región del Cauca, que
incluía el Valle. En esa época no sólo distribuían y exhibían, sino que
se encargaban de la producción, como lo deja ver este aviso en la prensa
de 1915: "La Empresa de Películas Nacionales Di Doménico Hnos. y Cía.
pone en conocimiento de todos los empresarios de Colombia, que ya están
listas para la renta o alquiler, para provincias, las siguientes
películas: Procesión del corpus en Bogotá en 1915, Procesión cívica del 18 de julio de 1915, Una notabilidad rural (cómica), La hija del Tequendama (cuatro actos-drama), y en ensayo Dos nobles corazones (drama) y Ricaurte en San Mateo.
En 1916 hay avisos de prensa invitando a la exhibición de estas
películas en El Dorado, la sala de cine que tenían los Di Doménico en
Panamá; en ellos dicen que las películas han sido "TOMADAS y COMPUESTAS
en los talleres de Di Doménico Hnos. en Bogotá". Si llegaron al
teatro de los Di Doménico en Panamá, es seguro que se vieron en los
demás cines de su circuito, incluidos los cines del Valle. También en
1915 los Di Doménico realizaron El Drama del 15 de Octubre,
donde reconstruían el asesinato del General Rafael Uribe Uribe y su
entierro en Bogotá, utilizando a los mismos asesinos que para ese
momento se encontraban encarcelados. La película fue criticada en casi
todas las ciudades donde se exhibió a causa de la "complacencia" que
demostraban los asesinos. "Dicha película fue enviada a toda la
república, y pocas fueron las poblaciones que toleraron su explotación
sin protestas". No hay razón para pensar que el Valle fue una
excepción.
En 1918 comienza la construcción de teatros de propiedad personal en todo el país y la exhibición comienza también a disociarse de la importación-distribución. Los Di Doménico, además de Panamá comenzaron a extenderse a otras naciones de Centroamérica, hasta que en 1923 llegaron a tener filiales en Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Salvador y Guatemala. En 1918 Donato Di Doménico llega a Cali y exhibe en el Salón Universal la película, Círculo rojo y posteriormente sus exhibiciones continúan en el Salón Moderno. Que los Di Doménico fueron importantes también para el Valle lo prueba el hecho de que en 1921 Donato Di Doménico todavía reside en Cali y edita la revista El Cinematógrafo, con variado material informativo de las películas, las actrices y actores que ellos distribuían, especialmente de las casas productoras francesas Pathé, Gaumont y Eclair. En 1924 Donato se casa en Cali, en segundas nupcias, con la caleña María Velasco y luego comienza la construcción del Teatro Colombia en la carrera 3ª con calle 10ª, que se inaugura en diciembre de 1.927 con la película, Los últimos días de Pompeya.
En 1918 comienza la construcción de teatros de propiedad personal en todo el país y la exhibición comienza también a disociarse de la importación-distribución. Los Di Doménico, además de Panamá comenzaron a extenderse a otras naciones de Centroamérica, hasta que en 1923 llegaron a tener filiales en Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Salvador y Guatemala. En 1918 Donato Di Doménico llega a Cali y exhibe en el Salón Universal la película, Círculo rojo y posteriormente sus exhibiciones continúan en el Salón Moderno. Que los Di Doménico fueron importantes también para el Valle lo prueba el hecho de que en 1921 Donato Di Doménico todavía reside en Cali y edita la revista El Cinematógrafo, con variado material informativo de las películas, las actrices y actores que ellos distribuían, especialmente de las casas productoras francesas Pathé, Gaumont y Eclair. En 1924 Donato se casa en Cali, en segundas nupcias, con la caleña María Velasco y luego comienza la construcción del Teatro Colombia en la carrera 3ª con calle 10ª, que se inaugura en diciembre de 1.927 con la película, Los últimos días de Pompeya.
La Producción
Donato Di Doménico contribuyó al cine de la región realizando el mediometraje Tierra Caucana,
filmando con una cámara Pathé parte de los carnavales de Cali de 1921,
a lo que añadió algunas vistas de paisajes del Valle del Cauca. El
material lo reveló el mismo Donato en su casa de Cali y le puso
subtítulos extractados del poema homónimo del poeta Ricardo Nieto. El
éxito comercial de la cinta le hizo planear un noticiero que se iba a
llamar, Cali al día, pero antes de empezar, la sociedad Di Doménico lo transladó a Panamá para hacerse cargo del Teatro El Dorado.
María
Entre 1921 y 1922 fue realizada la película María,
primer largometraje argumental del que se tiene noticia y adaptación de
la novela homónima de Jorge Isaacs. La idea partió del ex-fraile franciscano
Antonio J. Posada quien trajo de Panamá a Cali al fotógrafo español Máximo
Calvo para filmar la película, y encargó del guión y de la dirección
escénica al actor cómico español Alfredo del Diestro, temporalmente
radicado en Medellín. Los exteriores de la película se rodaron en la
hacienda El Paraíso donde Máximo Calvo revelaba también la
película lavando los positivos en una represa contigua a la casa. Los
interiores se rodaron en Buga, donde Calvo armó las tres primeras copias
y varios juegos de fotografías promocionales. Los actores principales
fueron Hernando Sinisterra (Efraín) y las hermanitas jamaiquinas Estela
(María) y Margarita (Emma) López Pomareda, que en ese momento vivían en
Buga. La película se presentó allí en octubre de 1.922 en un teatro que acababan
de construir.
Después de María, Máximo Calvo filmó en Buga la repatriación de
los restos del general ecuatoriano Montúfar; los carnavales de Cali
cuya reina fue Leonorcita Caicedo (1922); la inauguración del busto del
general Uribe Uribe a cargo del orador Saavedra Galindo y otros
acontecimientos que fueron exhibidos en los noticieros de la época.
Colombia Film Company
El éxito que obtuvo María, aquí y en varios
países de habla hispana, estimuló la creación de otras empresas
cinematográficas en el país. Es el caso de la Colombia Film Company de
Cali fundada en 1923 por Isaías Mercado, Hernando Domínguez Sánchez,
Alejandro Garcés Patiño, Elías E. Quijano, Juan de Dios Restrepo, Pedro
Pablo Caicedo, Rodolfo de Roux y Francisco Magaña, con la intención de
realizar largos y cortometrajes basados en temas literarios e históricos
nacionales. La empresa importó equipos y personal técnico y artístico
de Italia, construyó un estudio en la calle 11 con carreras 11 y 12, donde luego estuvo el Teatro Rívoli, y filma su primera película Suerte y azar
en 1925, escrita por Luis Domínguez Sánchez, con la dirección de
Camilo Cantinazi, cámara de Silvio Cavazoni, y la interpretación de las
italianas Lyda Restivo, llamada Mara Meba y Gina Buzaki. Los papeles
masculinos fueron interpretados por actores de teatro de Cali y Buga. Con ocasión del terremoto que sufrió Cali en 1925, el techo de iglesia
de La Ermita se cayó, situación que aprovechó el equipo de filmación
para rodar, con luz natural, algunas escenas dentro de la iglesia.
La segunda película de la Colombia Film Company fue Tuya es la culpa,
rodada en 1926, con guión de Elías E. Quijano y el mismo personal
técnico y artístico de la anterior. Los actores masculinos fueron el
mismo Elías Quijano y Hernando Domínguez Sánchez. El camarógrafo Silvio
Cavazoni fue asistido, en las dos películas, por el fotógrafo bugueño Joaquín Salcedo. Las dos películas se estrenaron en el Salón Moderno de
Cali, primera sala cubierta que se había construido en Cali, propiedad
de Manuel Pinedo y ubicado donde hoy se encuentra el Teatro Jorge
Isaacs. Las dos películas tuvieron mucho éxito en el Valle, pero no
contaron con la misma suerte en el resto del territorio nacional.
En 1927 la empresa filmó el cortometraje Tardes vallecaucanas, un documental de veinte minutos con paisajes del Valle y sus principales ciudades, con guión de Elías Quijano y Luis Domínguez. Parece que este corto recoge imágenes de otro documental que habían filmado en 1925, Paisajes y progresos del departamento del Valle. Con Tardes vallecaucanas la empresa pone fin a sus actividades después de comprobar que el cine extranjero era imbatible en el terreno comercial.
En 1927 la empresa filmó el cortometraje Tardes vallecaucanas, un documental de veinte minutos con paisajes del Valle y sus principales ciudades, con guión de Elías Quijano y Luis Domínguez. Parece que este corto recoge imágenes de otro documental que habían filmado en 1925, Paisajes y progresos del departamento del Valle. Con Tardes vallecaucanas la empresa pone fin a sus actividades después de comprobar que el cine extranjero era imbatible en el terreno comercial.
Garras de Oro
En 1926, una compañía que tomó el nombre de Cali
Films y de la que no se tienen más datos, encargó la producción de un
argumental con el título de Garras de oro y que en inglés se conoció como The dawn of Justice (Alborada de Justicia).
La historia se refería sin tapujos al "robo hecho por el presidente
Roosevelt a Colombia arrebatándole Panamá. Está hecha de escenas
emocionantes como el escamoteo de la correspondencia del Ministro
Americano hecho en Honda por los detectives yanquis en unión de un
colombiano". La acción transcurre en 1914, año de la inauguración
del Canal de Panamá, en torno a un norteamericano que reside en Colombia
y es partidario de Colombia en relación al pleito con Estados Unidos
por Panamá. La película fue perseguida por la diplomacia gringa desde
1926 por ser "injuriosa para los Estados Unidos". Fue exhibida en 1928
en Medellín y Buenaventura, censurada en Manizáles, y aparte de un
comentario en El Bateo Ilustrado de Medellín, nunca se
volvió a saber de ella hasta que el cinéfilo Rodrigo Vidal encontró
algunos rollos en una antigua cabina de proyección de Cali.
En los créditos de la película aparece dirigida por P.P. Jambrina, como
operador en jefe figura Arnaldo Ricotti y como operador auxiliar aparece
Arrigo Cinotti, de los que no se tienen más referencias, lo cual hace
pensar que se trata de seudónimos. La película presenta secciones
coloreadas a mano, tomas de la bandera ondeando al viento, y la
primera escena consiste en la imagen del Tío Sam robándose a Panamá con
sus garras de oro.
Cine Colombia
La empresa Cine Colombia inicia actividades de exhibición y distribución
en Medellín el 7 de junio de 1927. En 1928 adquiere la totalidad de
la empresa Di Doménico, incluidas 2.044 películas que los italianos no
entregaron en su totalidad, debido a que algunas se habían incinerado y
otras estaban en sedes de otros países. La entrega efectiva fue de un
poco más de mil películas y los Di Doménico tuvieron que indemnizar a
Cine Colombia por el incumplimiento. Con esta transferencia se
pierde el interés por la producción de argumentales que la empresa de
los Di Doménico venía realizando.
En 1930 llega el cine sonoro a Colombia y todas las películas y aparatos proyectores que había adquirido Cine Colombia quedan obsoletos. La empresa estuvo a punto de derrumbarse, hasta que a su gerente, Don Jorge Isaza, se le ocurrió la idea de invertir capital en la compra de aparatos y películas sonoras, ofreciendo a los teatros la posibilidad de pagar a plazos, con el producido de las mismas películas. Siendo Cine Colombia la distribuidora exclusiva de aparatos RCA, perfeccionaron el negocio con sus clientes adicionando una condición: que los teatros sólo podían exhibir las películas de Cine Colombia.
En 1930 llega el cine sonoro a Colombia y todas las películas y aparatos proyectores que había adquirido Cine Colombia quedan obsoletos. La empresa estuvo a punto de derrumbarse, hasta que a su gerente, Don Jorge Isaza, se le ocurrió la idea de invertir capital en la compra de aparatos y películas sonoras, ofreciendo a los teatros la posibilidad de pagar a plazos, con el producido de las mismas películas. Siendo Cine Colombia la distribuidora exclusiva de aparatos RCA, perfeccionaron el negocio con sus clientes adicionando una condición: que los teatros sólo podían exhibir las películas de Cine Colombia.
Situación en el Año 30
El Valle contaba con medio millón de habitantes desde
Cartago hasta Cali, incluyendo Buenaventura, que por ferrocarril ya
estaba conectada con Cali y la zona cafetera, sirviendo de salida a las
exportaciones de café. La industria azucarera ya se mostraba promisoria:
además del ingenio Manuelita (1864) de Palmira, se habían fundado
Providencia (1926) y Rio Paila (1929), y se fundarían 4 más en los
años treintas.
En 1930 Cali ya tiene cerca de 100.000 habitantes, con una gran
proporción compuesta por trabajadores de las industrias establecidas en
la década pasada. Además de las trilladoras de café, que para 1925
"generaban el 40% del total del empleo en establecimientos fabriles de
Cali" se habían montado fábricas de textiles (La Garantía-1915,
Textiles de Colombia-1920), de cigarrillos, de gaseosas, de cervezas,
de jabones (Varela Hermanos-1929) y sobre todo del sector de la
construcción, pues Cali ya se expandía hacia sus costados; además de los
barrios coloniales o republicanos (San Nicolás, Belalcázar, San
Pascual, El Calvario y Santa Rosa), estaban creciendo algunos barrios
fuera del centro de la ciudad, como el barrio Obrero (1920), el barrio
Granada (1925) y el barrio San Fernando (1929). "Estas masas
trabajadoras van perfilando una nueva clase social en nuestro medio y
habitan en la periferia de la ciudad, y aunque puedan tener una
ascendencia campesina o incluso vínculos relativamente estrechos con el
campo, pronto se caracterizan como masas urbanas, tanto por las nuevas
relaciones que se establecen como por las funciones que la estructura
económica les asigna". Esto abrió la posibilidad de contar con
cines o teatros para la diversión y la ocupación del tiempo libre.
Para 1930 Cali contaba con cinco teatros: Teatro Colombia, Teatro Cali
(carrera 10ª entre calles 12 y 13), Teatro Municipal (carrera 5ª con
calle 7ª), Salón Rívoli (Calle 11 entre carreras 11 y 12) y Salón
Variedades (Carrera 6ª con calle 10ª), además de la Plaza de Toros al
otro lado del Río Cali. Habían desaparecido el Salón Olympia, el Teatro
Borrero, el Salón Moderno y el Nuevo Circo. En 1.932 se construye el
Teatro Jorge Isaacs en el mismo sitio del Salón Moderno y poco después
aparece el Circo Granada, en el barrio del mismo nombre.
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Una Película de Vez en Cuando
Hay un gran vacío de producción de cine argumental vallecaucano desde 1.928, fecha de realización de Las garras de Oro, hasta 1.941, cuando Máximo Calvo realiza la primera película sonora argumental que se hizo en Colombia: Flores del Valle.
Durante más de una década sólo se filman actualidades para los
noticieros, sobre todo para el Noticiero Cineco que se exhibía en todo
el país y para el que Máximo Calvo trabajó como camarógrafo. Flores del Valle
fue producida por la empresa Calvo Films, que se había constituido en
1.936; contó con la actuación de Esperanza y Delfina Calvo y con música
del maestro Urdaneta. La película fue estrenada en Bogotá, pero
distribuidores de cine mejicano impidieron que la película cumpliera su
ciclo de estreno. Dos años después de realizada se levantó una polémica
con ocasión del estreno de Allá en el trapiche, que algunos
querían pasar como la primera película argumental sonora, desconociendo
el trabajo de Calvo. El mismo Calvo realiza en 1944 el largo El castigo del fanfarrón, basada en la novela Inmolación
de Primitivo Nieto, con la actuación de Delfina Calvo y Luis Carlos
Herrera. "Dificultades con la compañía productora impidieron la
exhibición de la película indefinidamente. Después no volví a filmar
largometrajes por estar convencido de que en Colombia es un fracaso
comercial este tipo de cine, mientras no exista una ley que proteja las
producciones de largometraje nacionales".
El siguiente salto también es de once años. Sólo hasta 1955 volvemos a encontrar un largometraje de ficción en el Valle: La gran obsesión,
dirigida por Guillermo Ribón Alba. La producción fue responsabilidad de
la compañía colombiana Dawn Boyer Films of Colombia, con sede en Cali.
Ribón Alba estudió en Berkeley y trabajó en Estados Unidos con la Warner
y la Metro como guionista. Al llegar a Cali fue profesor del Colegio
Santa Librada y de la Universidad del Valle, antes de realizar La gran obsesión.
"La película plantea el problema psicológico del provinciano
obsesionado por encontrar nuevos y ventajosos horizontes en la ciudad a
donde emigra. Contempla el choque de esas dos potencias, la ciudad y el
campo".
Documentales y Noticieros
El Valle del Cauca siempre atrajo a fotógrafos y cineastas por sus
virtudes topográficas y climáticas. Estas condiciones naturales de
paisaje y luz, unidas al proceso de industrialización y al crecimiento
de sus ciudades, lo convirtieron en una referencia permanente de
documentalistas y reporteros. Para finales de la década de los 40´s en
el Valle ya se estaba invirtiendo capital extranjero, había dieciocho
ingenios azucareros y una población de 613.000 habitantes. En Cali, la
industria textil era la más próspera. Si la industria de arguméntales
colombianos no fue posible por la fuerte competencia de las películas
foráneas, el cine estuvo presente siempre como medio para recoger
noticias y como vehículo de propaganda de la industria y el turismo.
En los años 40´s encontramos al viajero norteamericano Charles Perry, que estuvo haciendo registros cinematográficos en Cali y el Valle, de paso hacia Medellín, para su película Cabalgata por Suramérica. En 1947 la empresa Pelco, con sede en Medellín, realizó un corto publicitario con el título Granja de Palmira, dirigido por Hans Brückner. De ese mismo año encontramos referencias de la entrega # 4 del Noticiero Nacional Colombia producido por Procinal, con una nota sobre la revista aérea realizada con ocasión de la inauguración del campo Matecaña de Cali. Procinal fue la empresa fundada por el antioqueño Camilo Correa cuando vivía en Bogotá y para la que Máximo Calvo también trabajó como corresponsal. Posteriormente Correa trasladó la sede a Medellín, donde la empresa estuvo a punto de desaparecer varias veces, hasta que en 1951 renace con nuevo capital, realiza varios documentales y notas para noticieros, entre ellos un documental sobre Palmira y una nota sobre la exposición agropecuaria de Pradera (Valle). Es muy probable que estos trabajos hayan sido filmados por el camarógrafo Máximo Calvo, aunque también por el mismo Correa, que viajaba con frecuencia a la sede de Procinal en Cali, montada desde 1951. Procinal también realizó en 1954 un documental de 60 minutos sobre los VII Juegos Atléticos Nacionales celebrados en Cali, donde se ve "la arrogancia del presidente general Rojas Pinilla.... en la escena en que la hermosa reina de Colombia, Luz Marina Cruz, corona a María Eugenia, la hija del general, como reina de los juegos".
Máximo Calvo obtuvo carné como corresponsal de cinematografía de la Dirección de Información y Propaganda del Estado durante el gobierno de Rojas Pinilla. Como tal filmó en 16 milímetros y sonido directo la inauguración de la señal de televisión de Cali, incluyendo el discurso del Gobernador Gómez Arenas. Registró también las ruinas de la explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali, con las montoneras de muertos en el cementerio, y los sucesos del 10 de mayo de 1957 en Cali, cuando a nivel nacional se obligó a renunciar a Rojas Pinilla.
El cineasta bogotano Marco Tulio Lizarazo también realizó un documental sobre Cali en 1956, pagado por el gobierno municipal, con el título Cali, ciudad de progreso. En 1957-1958 el turno fue para Panamerican Films, empresa bogotana que realizó el documental Cuando los colombianos trabajan, rodado en varias poblaciones del Valle.
En los años 40´s encontramos al viajero norteamericano Charles Perry, que estuvo haciendo registros cinematográficos en Cali y el Valle, de paso hacia Medellín, para su película Cabalgata por Suramérica. En 1947 la empresa Pelco, con sede en Medellín, realizó un corto publicitario con el título Granja de Palmira, dirigido por Hans Brückner. De ese mismo año encontramos referencias de la entrega # 4 del Noticiero Nacional Colombia producido por Procinal, con una nota sobre la revista aérea realizada con ocasión de la inauguración del campo Matecaña de Cali. Procinal fue la empresa fundada por el antioqueño Camilo Correa cuando vivía en Bogotá y para la que Máximo Calvo también trabajó como corresponsal. Posteriormente Correa trasladó la sede a Medellín, donde la empresa estuvo a punto de desaparecer varias veces, hasta que en 1951 renace con nuevo capital, realiza varios documentales y notas para noticieros, entre ellos un documental sobre Palmira y una nota sobre la exposición agropecuaria de Pradera (Valle). Es muy probable que estos trabajos hayan sido filmados por el camarógrafo Máximo Calvo, aunque también por el mismo Correa, que viajaba con frecuencia a la sede de Procinal en Cali, montada desde 1951. Procinal también realizó en 1954 un documental de 60 minutos sobre los VII Juegos Atléticos Nacionales celebrados en Cali, donde se ve "la arrogancia del presidente general Rojas Pinilla.... en la escena en que la hermosa reina de Colombia, Luz Marina Cruz, corona a María Eugenia, la hija del general, como reina de los juegos".
Máximo Calvo obtuvo carné como corresponsal de cinematografía de la Dirección de Información y Propaganda del Estado durante el gobierno de Rojas Pinilla. Como tal filmó en 16 milímetros y sonido directo la inauguración de la señal de televisión de Cali, incluyendo el discurso del Gobernador Gómez Arenas. Registró también las ruinas de la explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali, con las montoneras de muertos en el cementerio, y los sucesos del 10 de mayo de 1957 en Cali, cuando a nivel nacional se obligó a renunciar a Rojas Pinilla.
El cineasta bogotano Marco Tulio Lizarazo también realizó un documental sobre Cali en 1956, pagado por el gobierno municipal, con el título Cali, ciudad de progreso. En 1957-1958 el turno fue para Panamerican Films, empresa bogotana que realizó el documental Cuando los colombianos trabajan, rodado en varias poblaciones del Valle.
Cinefilia Temprana
En 1959 se fundó lo que parece ser, hasta ahora, el primer cine-club en
Cali, el de La Tertulia, grupo interesado por la difusión del arte y el
debate de las ideas, comandado por Maritza Uribe de Urdinola desde
1956. En este cine-club figuraban también Eduardo Gamba, Miriam de
Borrero, Nils Bongue, Ricardo Silva y Gino Faccio, y en 1963, fecha de
la publicación de su resumen de actividades, ya había presentado más de
cien películas en varios cines de la ciudad, entre ellas clásicos
americanos y del neorealismo italiano, pero también recientes
producciones de la vanguardia europea (Nueva Ola, Antonioni). Algunas
personas vinculadas con ese grupo trajeron a Cali películas de los
directores más interesantes del momento con ocasión de los Festivales de
Arte, que se llevaron a cabo durante los años sesenta. En esos años
(1965-67) el virus del cine ya había entrado en el joven Carlos Mayolo
que organiza cine-clubes universitarios y obreros en 16 mm. y en
compañía de Jaime Vásquez y Enrique Buenaventura organiza el cine-club
Cine Estudio 35.
Los Años 70´s
Indudablemente el año de 1971 se constituye como una
referencia fundamental para la historia de Cali, no sólo por el salto
cuantitativo y cualitativo que propician los VI Juegos Panamericanos en
el desarrollo urbano, sino también por otros acontecimientos que
influenciaron a las nuevas generaciones y que propiciaron actividades
creativas, reflexivas y políticas en amplios sectores de estudiantes,
artistas e intelectuales. Es el año de la huelga estudiantil por
reivindicaciones políticas en la Universidad del Valle y que tiene como
culminación el levantamiento estudiantil-popular del 26 de Febrero. En
el campo cultural, es el año de la creación del Cine-club de Cali en el
Teatro San Fernando.
Los Juegos Panamericanos de 1971 fueron motivo de dos películas: Cali, ciudad de América, un largometraje en 35 mm. de carácter oficial dirigido por el sevillano Diego León Giraldo, y Oiga Vea,
un mediometraje documental en blanco y negro y 16 mm., dirigido por Luis Ospina y Carlos Mayolo, que cubre el evento desde el punto de vista
del espectador marginado, resaltando el maquillaje a que había sido
sometida una ciudad con múltiples problemas sociales. El hecho de que
haya sido filmada en 16 mm. era ya una opción estética y política, de
situarse al margen de los canales comerciales y preferir la distribución
en barrios, universidades y sindicatos.
Esa misma opción es la que tenían en mente Carlos Mayolo y Andrés Caicedo en 1972, cuando emprendieron el rodaje de Angelita y Miguel Ángel, mediometraje argumental con guión del segundo que no se terminó, a pesar haberse rodado casi todo, debido al desacuerdo de los autores sobre la forma como debía concebirse la secuencia final. Años después, Luis Ospina realizó una edición con el material rodado, más fiel a la idea de Caicedo.
El cine en 16 mm. está, en ese momento, a la orden del día, tanto en Colombia como en América Latina; además de representar un rechazo al 35 mm. como canal de expresión válido para el cine colombiano, es una opción política que en ese momento quiere colocar el cine al servicio de las reivindicaciones de las clases populares. Así lo entienden Mayolo, Ospina, y Eduardo Carvajal, que junto con cineastas de Bogotá realizan, en dirección colectiva, Viene el hombre (1973), un incendiario corto de montaje sobre la letra y música de una canción homónima que tematiza la migración de los pobres del campo a la ciudad.
Esa misma opción es la que tenían en mente Carlos Mayolo y Andrés Caicedo en 1972, cuando emprendieron el rodaje de Angelita y Miguel Ángel, mediometraje argumental con guión del segundo que no se terminó, a pesar haberse rodado casi todo, debido al desacuerdo de los autores sobre la forma como debía concebirse la secuencia final. Años después, Luis Ospina realizó una edición con el material rodado, más fiel a la idea de Caicedo.
El cine en 16 mm. está, en ese momento, a la orden del día, tanto en Colombia como en América Latina; además de representar un rechazo al 35 mm. como canal de expresión válido para el cine colombiano, es una opción política que en ese momento quiere colocar el cine al servicio de las reivindicaciones de las clases populares. Así lo entienden Mayolo, Ospina, y Eduardo Carvajal, que junto con cineastas de Bogotá realizan, en dirección colectiva, Viene el hombre (1973), un incendiario corto de montaje sobre la letra y música de una canción homónima que tematiza la migración de los pobres del campo a la ciudad.
La Cinefilia y la Experimentación
La actividad audiovisual del llamado grupo de Cali, a
partir de los años setenta, puede ser dividida en tres grandes etapas,
aunque los extremos temporales de ellas se confundan. Una primera,
distinguida por la cinefilia y la experimentación, y comandada en su
mejor momento por Andrés Caicedo. Una segunda que arranca después de la
desaparición de Andrés, del Cine-club de Cali y de la revista Ojo al cine y
que está caracterizada por la producción cinematográfica, donde son
figuras centrales Luis Ospina y Carlos Mayolo. Y una tercera que
comienza con la fundación del canal regional de televisión Telepacífico
en 1988 y que se caracteriza por la producción de documentales
televisivos y la formación universitaria. Quiero advertir, sin embrago,
que esta división no significa que no haya cinefilia, experimentación y
producción en todas las etapas del proceso.
Al entrar a la década del setenta, una amplia parcela de la juventud de
Cali venía recibiendo la influencia del movimiento hippie, la música
rock, la canción protesta latinoamericana, las ideas socialistas, la
revolución cubana, el redescubrimiento del son, la salsa, mayo del 68,
el boom de la literatura latinoamericana, los ecos del teatro del
absurdo, del pop-art, del dadaismo y del surrealismo, pero también
participaba de fenómenos locales como el nadaismo, el teatro político
universitario, el movimiento estudiantil y obrero. Además de los
Festivales de Arte, a partir de 1965 se organizaron también los
Festivales Estudiantiles de Arte con una programación teatral muy
intensa, con evidente influencia del grupo del TEC (Teatro Experimental
de Cali comandado por Enrique Buenaventura), que se había independizado
de la Escuela Departamental de Bellas Artes y construyó su sede
propia. En esa sede organizó Andrés Caicedo el Cine Club durante la
segunda mitad de 1970, presentando los martes películas en 16 mm y
los sábados en 35 mm en el Teatro Alameda.
Caicedo se independizó del TEC y reabrió su cine-club con el nombre de Cine Club de Cali el 10 de abril de 1971, en el Teatro San Fernando, a pocas cuadras de la sede de la Universidad del Valle, donde días antes se había originado el levantamiento del 26 de Febrero, que el mismo Caicedo había registrado con una cámara de 8 mm. en compañía de Fernando Vélez, en una película corta desafortunadamente desaparecida. El Cine Club de Cali contó con el apoyo logístico de Ciudad Solar, institución cultural acabada de fundar bajo la protección de Hernando Guerrero, que propició la expresión de un grupo de jóvenes artistas e intelectuales marginados de los centros de poder cultural. Allí se abrió espacio a nuevas formas de concebir el arte, la rebeldía y la libertad. En esa galería hicieron su primera exposición individual el artista Oscar Muñoz (1971) y el fotógrafo Fernell Franco (1972). Allí tuvo lugar cada semana la proyección de "cine subterráneo", una extensión en 16 mm. del Cine-club de Cali, también programado por Andrés Caicedo; función que más tarde asumió la casa de Luis Ospina, que se convirtió en el cuartel general de todas las operaciones cinematográficas.
El Cine Club de Cali no fue el único de la época. Un año después, en 1972, comenzó a funcionar, también los sábados a mediodía, el Cine Club Nueva Generación. Su sede fue el Teatro Calima al norte de la ciudad, y en su programación y su público podía advertirse una concepción del cine diferente a la del cine-club de Caicedo. En el cine-club del Calima primaba un interés temático y literario, muy en la "tradición de calidad" que criticaba Truffaut; por eso eran fervientes admiradores de Claude Lelouch. En el cine-club de Caicedo primaba el cine, sobre todo el de autor, pero también el redescubrimiento del cine americano con la ayuda de revistas como Cahiers du Cinema y la peruana Hablemos de Cine. El criterio era sencillo: permitir una visión organizada de un grupo de obras y recuperar películas importantes despreciadas por la cartelera comercial. El público era joven, compuesto tanto por intelectuales solitarios como por miembros de galladas de barrio, inconforme pero ávido de conocimientos para disfrutar mejor el arte y la vida. El ritual de los sábados en el cine-club comenzaba por el encuentro con los amigos; a partir de allí se definía la suerte del fin de semana: la rumba, los paseos, los grupos de estudio. Antes de la exhibición el público podía oír música, rock y salsa, sobre todo de los Rolling Stones y Richie Ray, mientras leía los comentarios de la película escritos por Caicedo.
A mediados de 1972 el Cine Club de Cali publicó 4 números de un boletín analítico, mejor editado que el que se repartía gratuitamente cada sábado, y que estaba dedicado a una de las películas presentadas en la cartelera de Cali; traía además un cuadro calificador que servía como guía del espectador. Su contenido era el resultado de las discusiones de un grupo de estudio en el que figuraban, además de Caicedo, Jaime Acosta, María Mercedes Vásquez, Carlos Marín, Hernando Guerrero, Arturo de la Pava y Ramiro Arbeláez. Se llamaba Ojo al cine y se publicaron 5 números; fue el germen de la revista que se publicó en 1974, en la coyuntura de un interés inédito por el cine colombiano que se había iniciado con un ciclo retrospectivo programado por la Cinemateca Distrital en Bogotá a fines de 1973. Por eso, el primer número de la revista fue dedicado al cine colombiano y fue el producto de equipo de Caicedo, Mayolo, Ospina y Arbeláez; los dos últimos se habían sumado a Caicedo en la dirección del cine-club desde 1973. El crítico con más oficio era Caicedo; la abundante información que Ospina siempre manejó le permitió tener papel protagónico en las entrevistas; Mayolo y Arbeláez se dedicaron a hacer historia y crítica del cine colombiano. El contenido era decidido en equipo y allí se repartían responsabilidades e invitaciones a críticos nacionales o internacionales. Los principales colaboradores fueron los españoles Miguel Marías, Ramón Font y Segismundo Molist, reforzados por los peruanos Isaac León Frías y Juan M. Bullita, el caleño de adopción Jesús Martín, y los colombianos Luis Alberto Alvarez, Jorge Silva, Marta Rodríguez, Lisandro Duque, Juan Diego Caicedo, Umberto Valverde, Hernando Salcedo Silva, Alberto Valero y Alberto Rodríguez. Alcanzaron a aparecer 4 ediciones, una de ellas doble. El último número fue responsabilidad de Caicedo y Patricia Restrepo, quien se había integrado al equipo desde el tercer número.
La desaparición de Andrés en 1977 fue el golpe definitivo a la revista y al trabajo en equipo del grupo original, que para ese momento ya se había relajado. Unos meses más tarde el cierre del Teatro San Fernando, con fines de restauración, obligó al traslado del Cine Club de Cali a la sala de la Cinemateca La Tertulia, donde murió a los pocos meses al perder su público del sur. Con él murió también la posibilidad de financiar Ojo al cine.
Pero la cinefilia pudo seguir ejercitándose con la actividad de la Cinemateca del Museo La Tertulia, que había comenzado a funcionar en 1975, primero bajo la dirección de Pedro Alcántara, Gloria Delgado y Gino Faccio, y luego bajo la responsabilidad de Ramiro Arbeláez. También los cine-clubes tomaron el relevo, como el Cine-U-Club dirigido por Rodrigo Vidal en la Universidad del Valle, el del Cuarto del Buho del Teatro Imbanaco, que aparece en 1979 en manos de William Caicedo, Edgar López, Edward Narváez, Álvaro Herrera y Mauricio Hernández y alcanza a publicar varios números de su revista durante 1980; el Cine-club Cine Ojo en el Teatro Calima, cuyo trabajo se extiende durante varios años de la década de los ochentas, primero en manos de Juan Carlos Velázquez y luego bajo la dirección José Urbano y Paula Trujillo.
La crítica siguió ejercitándose en esta década en varias revistas y suplementos dominicales, especialmente el de El Pueblo y El País. Umberto Valverde y Alberto Ramos publican la revista trailer que alcanza una docena de números desde 1979 a 1984. Hernando Guerrero hace un intento en 1982 con un único número de la revista Caligari, dedicada al cine y a la fotografía; Rafael Quintero, William González y Patricia Restrepo ejercen la crítica esporádicamente en suplementos dominicales, o revistas de Bogotá, mientras Luis Ospina firma, bajo el seudónimo de Norma Desmond, una columna de información y crónica cinematográfica.
Caicedo se independizó del TEC y reabrió su cine-club con el nombre de Cine Club de Cali el 10 de abril de 1971, en el Teatro San Fernando, a pocas cuadras de la sede de la Universidad del Valle, donde días antes se había originado el levantamiento del 26 de Febrero, que el mismo Caicedo había registrado con una cámara de 8 mm. en compañía de Fernando Vélez, en una película corta desafortunadamente desaparecida. El Cine Club de Cali contó con el apoyo logístico de Ciudad Solar, institución cultural acabada de fundar bajo la protección de Hernando Guerrero, que propició la expresión de un grupo de jóvenes artistas e intelectuales marginados de los centros de poder cultural. Allí se abrió espacio a nuevas formas de concebir el arte, la rebeldía y la libertad. En esa galería hicieron su primera exposición individual el artista Oscar Muñoz (1971) y el fotógrafo Fernell Franco (1972). Allí tuvo lugar cada semana la proyección de "cine subterráneo", una extensión en 16 mm. del Cine-club de Cali, también programado por Andrés Caicedo; función que más tarde asumió la casa de Luis Ospina, que se convirtió en el cuartel general de todas las operaciones cinematográficas.
El Cine Club de Cali no fue el único de la época. Un año después, en 1972, comenzó a funcionar, también los sábados a mediodía, el Cine Club Nueva Generación. Su sede fue el Teatro Calima al norte de la ciudad, y en su programación y su público podía advertirse una concepción del cine diferente a la del cine-club de Caicedo. En el cine-club del Calima primaba un interés temático y literario, muy en la "tradición de calidad" que criticaba Truffaut; por eso eran fervientes admiradores de Claude Lelouch. En el cine-club de Caicedo primaba el cine, sobre todo el de autor, pero también el redescubrimiento del cine americano con la ayuda de revistas como Cahiers du Cinema y la peruana Hablemos de Cine. El criterio era sencillo: permitir una visión organizada de un grupo de obras y recuperar películas importantes despreciadas por la cartelera comercial. El público era joven, compuesto tanto por intelectuales solitarios como por miembros de galladas de barrio, inconforme pero ávido de conocimientos para disfrutar mejor el arte y la vida. El ritual de los sábados en el cine-club comenzaba por el encuentro con los amigos; a partir de allí se definía la suerte del fin de semana: la rumba, los paseos, los grupos de estudio. Antes de la exhibición el público podía oír música, rock y salsa, sobre todo de los Rolling Stones y Richie Ray, mientras leía los comentarios de la película escritos por Caicedo.
A mediados de 1972 el Cine Club de Cali publicó 4 números de un boletín analítico, mejor editado que el que se repartía gratuitamente cada sábado, y que estaba dedicado a una de las películas presentadas en la cartelera de Cali; traía además un cuadro calificador que servía como guía del espectador. Su contenido era el resultado de las discusiones de un grupo de estudio en el que figuraban, además de Caicedo, Jaime Acosta, María Mercedes Vásquez, Carlos Marín, Hernando Guerrero, Arturo de la Pava y Ramiro Arbeláez. Se llamaba Ojo al cine y se publicaron 5 números; fue el germen de la revista que se publicó en 1974, en la coyuntura de un interés inédito por el cine colombiano que se había iniciado con un ciclo retrospectivo programado por la Cinemateca Distrital en Bogotá a fines de 1973. Por eso, el primer número de la revista fue dedicado al cine colombiano y fue el producto de equipo de Caicedo, Mayolo, Ospina y Arbeláez; los dos últimos se habían sumado a Caicedo en la dirección del cine-club desde 1973. El crítico con más oficio era Caicedo; la abundante información que Ospina siempre manejó le permitió tener papel protagónico en las entrevistas; Mayolo y Arbeláez se dedicaron a hacer historia y crítica del cine colombiano. El contenido era decidido en equipo y allí se repartían responsabilidades e invitaciones a críticos nacionales o internacionales. Los principales colaboradores fueron los españoles Miguel Marías, Ramón Font y Segismundo Molist, reforzados por los peruanos Isaac León Frías y Juan M. Bullita, el caleño de adopción Jesús Martín, y los colombianos Luis Alberto Alvarez, Jorge Silva, Marta Rodríguez, Lisandro Duque, Juan Diego Caicedo, Umberto Valverde, Hernando Salcedo Silva, Alberto Valero y Alberto Rodríguez. Alcanzaron a aparecer 4 ediciones, una de ellas doble. El último número fue responsabilidad de Caicedo y Patricia Restrepo, quien se había integrado al equipo desde el tercer número.
La desaparición de Andrés en 1977 fue el golpe definitivo a la revista y al trabajo en equipo del grupo original, que para ese momento ya se había relajado. Unos meses más tarde el cierre del Teatro San Fernando, con fines de restauración, obligó al traslado del Cine Club de Cali a la sala de la Cinemateca La Tertulia, donde murió a los pocos meses al perder su público del sur. Con él murió también la posibilidad de financiar Ojo al cine.
Pero la cinefilia pudo seguir ejercitándose con la actividad de la Cinemateca del Museo La Tertulia, que había comenzado a funcionar en 1975, primero bajo la dirección de Pedro Alcántara, Gloria Delgado y Gino Faccio, y luego bajo la responsabilidad de Ramiro Arbeláez. También los cine-clubes tomaron el relevo, como el Cine-U-Club dirigido por Rodrigo Vidal en la Universidad del Valle, el del Cuarto del Buho del Teatro Imbanaco, que aparece en 1979 en manos de William Caicedo, Edgar López, Edward Narváez, Álvaro Herrera y Mauricio Hernández y alcanza a publicar varios números de su revista durante 1980; el Cine-club Cine Ojo en el Teatro Calima, cuyo trabajo se extiende durante varios años de la década de los ochentas, primero en manos de Juan Carlos Velázquez y luego bajo la dirección José Urbano y Paula Trujillo.
La crítica siguió ejercitándose en esta década en varias revistas y suplementos dominicales, especialmente el de El Pueblo y El País. Umberto Valverde y Alberto Ramos publican la revista trailer que alcanza una docena de números desde 1979 a 1984. Hernando Guerrero hace un intento en 1982 con un único número de la revista Caligari, dedicada al cine y a la fotografía; Rafael Quintero, William González y Patricia Restrepo ejercen la crítica esporádicamente en suplementos dominicales, o revistas de Bogotá, mientras Luis Ospina firma, bajo el seudónimo de Norma Desmond, una columna de información y crónica cinematográfica.
La Producción
Entre 1972 y 1974 se expiden en Colombia tres
resoluciones de la Superintendencia Nacional de Precios, concernientes a
los precios que se pueden cobrar en los teatros que exhiban
largometrajes y cortometrajes colombianos; esto se conoció como "ley del
sobreprecio". De esta forma se estimuló inmediatamente la producción de
cortometrajes para ser exhibidos en los circuitos de 35 mm. Mayolo y
Ospina entienden que no pueden desaprovechar la posibilidad de ampliar
su público y realizan en 1973 el corto Cali de película, donde
logran crear una atmósfera a base de ritmo, logrado mediante un montaje
de choques, silencios, sonidos arbitrarios, contrates, ironías logradas
sólo con la combinación de imágenes documentales, construyendo con
humor una mirada particular sobre la ciudad con ocasión de las
festividades de fin de año. Luis Ospina había estudiado cine en Los Ángeles y había realizado allá Acto de Fe (1970) filmada en Super 8, un cortometraje argumental con un solo personaje y Autorretrato dormido
(1971) también en Super 8, un experimento con el tiempo de exposición y el
tiempo de proyección. Mayolo había incursionado en el corto desde 1968,
haciendo sus primeras armas expresivas en Bogotá mientras trabajaba en
publicidad: En Grande, un documental de 5 minutos sobre la industria del acero; El Basuro, trabajo colectivo con Hernando González, Juan José Bejarano y Arturo Alape; Corrida (1969) documental sobre poemas de Stuvchenko y Brecht; Quinta de Bolívar (1969), donde construye con movimientos de cámara una relación contrastante entre objetos y frases del Libertador; Iglesia de San Ignacio (1970) y Monserrate (1971),
ésta última en compañía de Jorge Silva: comentarios irónicos sobre el
mundo religioso a partir de construir relaciones y establecer
contradicciones entre objetos, personajes, ritos y espacios de culto.
Para el sobreprecio Mayolo y Ospina incursionaron en el corto argumental con Asunción (1975), la historia de una muchacha del servicio doméstico que decide sacudirse de la opresión de sus patrones profanando el templo de la familia y dejando la casa con la puerta abierta. Mayolo, trabajando entre Bogotá y Cali, insistiría con el corto de sobreprecio realizando Contaminacion es(1975), tomando los lugares comunes de la contaminación para re-significarlos a partir de la estructura y el montaje de imágenes y sonidos; Sin Telón (1975), homenaje al grupo de teatro La Candelaria con ocasión del montaje sobre el guerrillero Guadalupe Salcedo; La Hamaca (1975), adaptación de Patricia Restrepo sobre el cuento de José Félix Fuenmayor; y Rodillanegra (1976), adaptación de Mayolo de un cuento de Umberto Valverde.
Otros directores residentes en el Valle incursionan también en el sobreprecio en la segunda mitad de los años setentas, ellos son: el payanés Guillermo Cajiao, con sus documentales de temas ecológicos como Operación Juanchaco (1975), La regata, La última frontera, Nuestra tierra era verde (1976), Parque Nacional del Puracé (1977) y Así se llega a las alturas (1978); los caleños Jack Nessim y Boris Birmaher con los documentales Mañana (1976), La Basura (1977), Bonanza cafetera (1978) y Mal de Espanto; Mami, quién era Marilyn? (1978) de Pascual Guerrero, que había estudiado cine en Suecia; en con el corto argumental Carlos Palau con los cortos de ficción Lunfardo y Corazón de mujer (1979) y Sergio Dow con el documental Imágenes del Pacífico (1980). En todos los casos son cortos que ayudaron a perfeccionar medios expresivos y a formar un equipo de técnicos y artistas, aunque algunos de ellos ya estaban trabajando como profesionales en medios publicitarios, como es el caso de Jacques Marchal y Manfred Hirch.
Mención aparte merece el sevillano Diego León Giraldo, quien abandonó temprano su terruño y realizó el cortometraje Camilo Torres en 1967, película sobre valorada en su momento que inauguró el cine político o de denuncia en Colombia, pero cuya fama le sirvió a Giraldo para continuar su carrera cinematográfica que lo llevó a muchos lugares del mundo, donde rodó varios documentales. En Cali realizó, además del ya nombrado Cali: ciudad de América (1971), el documental Mire (1974), a propósito de la Bienal de Artes Gráficas, y Cali-dad (1977), sobre la cultura de la salsa en Cali. Estos cortometrajes, como otros de su autoría sobre diferentes ciudades y culturas colombianas, también se exhibieron dentro de la modalidad del sobreprecio. En 1977-1978 Mayolo y Ospina vuelven a unirse para realizar Agarrando Pueblo, mediometraje argumental en 16 milímetros con el que hacen una reflexión cinematográfica y una crítica corrosiva a la tendencia facilista que ha dominado el sobreprecio; contra lo que ellos llamaron la "porno-miseria", la explotación de las imágenes tercermundistas para obtener ganancias o prestigio en festivales europeos. Sus autores optan por no usar el mismo canal de sobreprecio que están criticando y distribuir la película por otros canales. Esta película marca el fin de la primera etapa, aquella donde prima la pasión por el cine y la experimentación escrita o audiovisual.
Para el sobreprecio Mayolo y Ospina incursionaron en el corto argumental con Asunción (1975), la historia de una muchacha del servicio doméstico que decide sacudirse de la opresión de sus patrones profanando el templo de la familia y dejando la casa con la puerta abierta. Mayolo, trabajando entre Bogotá y Cali, insistiría con el corto de sobreprecio realizando Contaminacion es(1975), tomando los lugares comunes de la contaminación para re-significarlos a partir de la estructura y el montaje de imágenes y sonidos; Sin Telón (1975), homenaje al grupo de teatro La Candelaria con ocasión del montaje sobre el guerrillero Guadalupe Salcedo; La Hamaca (1975), adaptación de Patricia Restrepo sobre el cuento de José Félix Fuenmayor; y Rodillanegra (1976), adaptación de Mayolo de un cuento de Umberto Valverde.
Otros directores residentes en el Valle incursionan también en el sobreprecio en la segunda mitad de los años setentas, ellos son: el payanés Guillermo Cajiao, con sus documentales de temas ecológicos como Operación Juanchaco (1975), La regata, La última frontera, Nuestra tierra era verde (1976), Parque Nacional del Puracé (1977) y Así se llega a las alturas (1978); los caleños Jack Nessim y Boris Birmaher con los documentales Mañana (1976), La Basura (1977), Bonanza cafetera (1978) y Mal de Espanto; Mami, quién era Marilyn? (1978) de Pascual Guerrero, que había estudiado cine en Suecia; en con el corto argumental Carlos Palau con los cortos de ficción Lunfardo y Corazón de mujer (1979) y Sergio Dow con el documental Imágenes del Pacífico (1980). En todos los casos son cortos que ayudaron a perfeccionar medios expresivos y a formar un equipo de técnicos y artistas, aunque algunos de ellos ya estaban trabajando como profesionales en medios publicitarios, como es el caso de Jacques Marchal y Manfred Hirch.
Mención aparte merece el sevillano Diego León Giraldo, quien abandonó temprano su terruño y realizó el cortometraje Camilo Torres en 1967, película sobre valorada en su momento que inauguró el cine político o de denuncia en Colombia, pero cuya fama le sirvió a Giraldo para continuar su carrera cinematográfica que lo llevó a muchos lugares del mundo, donde rodó varios documentales. En Cali realizó, además del ya nombrado Cali: ciudad de América (1971), el documental Mire (1974), a propósito de la Bienal de Artes Gráficas, y Cali-dad (1977), sobre la cultura de la salsa en Cali. Estos cortometrajes, como otros de su autoría sobre diferentes ciudades y culturas colombianas, también se exhibieron dentro de la modalidad del sobreprecio. En 1977-1978 Mayolo y Ospina vuelven a unirse para realizar Agarrando Pueblo, mediometraje argumental en 16 milímetros con el que hacen una reflexión cinematográfica y una crítica corrosiva a la tendencia facilista que ha dominado el sobreprecio; contra lo que ellos llamaron la "porno-miseria", la explotación de las imágenes tercermundistas para obtener ganancias o prestigio en festivales europeos. Sus autores optan por no usar el mismo canal de sobreprecio que están criticando y distribuir la película por otros canales. Esta película marca el fin de la primera etapa, aquella donde prima la pasión por el cine y la experimentación escrita o audiovisual.
Largometrajes
Con la creación de Focine -la Compañía de Fomento Cinematográfico- a partir del Decreto 1244 de 1978, se estimuló la producción de largometrajes por medio del otorgamiento de créditos. Esto hace crecer el número de cineastas en el país y todos empiezan a pensar en largometrajes, no sólo para cumplir sus propias necesidades expresivas frente a un público, sino también como contribución a la formación de una industria.
En 1979 Pascual Guerrero rueda El lado oscuro del nevado, un largometraje basado en el libro de Eric Leupin, cónsul de Holanda en Cali, donde cuenta la experiencia del secuestro que sufrió a manos de las FARC. La película condena la guerrilla pero con un maniquiesmo que contamina la historia, los diálogos y las interpretaciones. Mientras tanto, Mayolo hace sus primeras armas en el largo: trabaja como asistente de dirección en La Fuga (1980), una producción colombiana para la que se contrata al director italiano Nello Rosatti, y asiste también a Pascual Guerrero y Clara María Ochoa en Tacones (1980), un musical inspirado en West Side Story, donde se opone la salsa a la música disco, destacando la sensualidad que los caleños tienen para el baile.
En 1979 Pascual Guerrero rueda El lado oscuro del nevado, un largometraje basado en el libro de Eric Leupin, cónsul de Holanda en Cali, donde cuenta la experiencia del secuestro que sufrió a manos de las FARC. La película condena la guerrilla pero con un maniquiesmo que contamina la historia, los diálogos y las interpretaciones. Mientras tanto, Mayolo hace sus primeras armas en el largo: trabaja como asistente de dirección en La Fuga (1980), una producción colombiana para la que se contrata al director italiano Nello Rosatti, y asiste también a Pascual Guerrero y Clara María Ochoa en Tacones (1980), un musical inspirado en West Side Story, donde se opone la salsa a la música disco, destacando la sensualidad que los caleños tienen para el baile.
Óperas Primas
1982 es un año prolífico. El Valle del Cauca es tema y escenario de tres óperas primas: La Virgen y el fotógrafo, El Escarabajo y Pura Sangre.
El primero es de Luis Alfredo Sánchez (Palmira), el segundo de Lisandro
Duque (Sevilla). Ambos cineastas habían desarrollado la mayor parte de
su carrera en Bogotá y retornan al Valle buscando, para su primer
largometraje, un encuentro con sus raíces culturales. Luis Ospina, rueda
su primer largo después de haber incursionado como profesor
universitario y actuar como corresponsal en París de revistas
colombianas. La historia de Pura Sangre se inspira en una
leyenda local que responsabiliza a un rico magnate local de la industria
del azúcar, de los famosos crímenes del "monstruo de los mangones",
misterioso asesino de niños caleños que actuó en los años sesenta. Al
año siguiente debuta Mayolo con Carne de tu carne, su primer
largo, una historia de horror, incesto y mitos locales, ubicada en el
Cali de los años 50's. En 1985 el turno es para Carlos Palau, que con
guión de Sandro Romero realiza su primer largometraje, A la salida nos vemos, historia de adolescentes de provincia rodada en Tuluá y sus cercanías. En ese mismo año Sergio Dow comienza El día que me quieras,
con guión del venezolano Ignacio Cabrujas. Una historia situada en los
años treintas con la presencia del mito de Gardel en medio de los dramas
de una sencilla familia. Desafortunadamente la postproducción de la
película tardó mucho y su comercialización no fue lo que se merecía.
Mediometrajes
La estructura de comercialización de las películas
nacionales no garantizó, en la mayoría de los casos, la recuperación de
la inversión en el mercado colombiano, pero tampoco existía la forma de
colocar las películas en mercados externos, por lo que los cineastas
difícilmente realizaban en esta década más de un largometraje: la
industria no despegaba. A partir de 1985, Focine, buscando una salida,
intenta unir la exitosa industria de la televisión con el cine y lanza
entonces un ambicioso proyecto de mediometrajes rodados en 16 mm. pero
destinados al programa "Cine en Televisión", que permanece en el aire
por más de 18 meses. En ese año Mayolo realiza, en este nuevo formato de
25 minutos: Aquel 19, un argumental basado en un cuento de Umberto Valverde y los documentales Cali- cálido calidoscopio, La leyenda de El Dorado y Madremontes, éstas dos últimas en compañía de los canadienses Nicole Duchene y Raoul Held, respectivamente.
Al año siguiente, Luis Ospina en compañía del cineasta e investigador costeño Jorge Nieto, realizan el cortometraje en cine En busca de María, donde
colocan en términos audiovisuales el resultado de la investigación de
Martha Elena Restrepo sobre las condiciones en que se hizo y la suerte
que corrió la película de Máximo Calvo y Alfredo del Diestro. Es también
una reconstrucción de la novela de Jorge Isaacs en la perspectiva de
los directores españoles que la realizaron en 1922.
En 1986 Mayolo y Lisandro Duque alcanzan lo que pocos han podido, realizar su segundo largometraje. A los dos los ayuda Focine. El primero hace La mansión de Araucaima, una historia de Álvaro Mutis que había sido originalmente escrita para Buñuel. Es una realización de una factura audiovisual impecable, con un excelente nivel de actuación y unos personajes densos y sugerentes, incluyendo la personalidad de la casa que actúa como telaraña para sus habitantes. El segundo realiza Visa USA, co-producido con el ICAIC de Cuba, donde demuestra el oficio de director mediante efectivos recursos narrativos para contar la historia de dos ilusiones, la de viajar y la de amar, encarnadas en personajes de la provincia vallecaucana.
Al programa de mediometrajes pertenece Ella, el chulo y el atarván (1986), primera película dirigida por Fernando Vélez, un caleño con formación de fotógrafo y camarógrafo de documental, que había trabajado en Agarrando Pueblo, pero que realizó casi toda su carrera en Bogotá. La historia es una tragi-comedia con personajes y ambiente populares, rodada en el barrio Siloé.
Entra también Oscar Campo, cinéfilo y comunicador social que había hecho sus primeras armas en el Cine-club de Cali. Realiza su primera película utilizando también el formato de mediometraje: Valeria (1986), un relato fantástico escrito a dos manos con Sandra McLean, sobre la relación de una niña con el mundo de los muertos y ubicada en un microcosmos caleño. Posteriormente realizó en el mismo formato el argumental, Las andanzas de Juan Máximo Gris (1987), con la actuación del realizador caleño de televisión William González y del filósofo Jean-Paul Margot. Es la historia de un soldado errante, ubicada en el contexto histórico de las guerras civiles de fines del siglo XIX, que enamora mujeres a su paso y las mata de amor después de abandonarlas. Hay en sus historias una cuota significativa de referencias a la historia del cine, sobre todo a los géneros del terror, del fantástico y a los westerns crepusculares. Con Las andanzas de Juan Máximo Gris se cierra la segunda fase del grupo de Cali, donde predominó la producción cinematográfica. Varios comunicadores, cineastas, técnicos y actores van a trabajar en televisión a Bogotá y deja de hacerse cine en Cali.
En 1986 Mayolo y Lisandro Duque alcanzan lo que pocos han podido, realizar su segundo largometraje. A los dos los ayuda Focine. El primero hace La mansión de Araucaima, una historia de Álvaro Mutis que había sido originalmente escrita para Buñuel. Es una realización de una factura audiovisual impecable, con un excelente nivel de actuación y unos personajes densos y sugerentes, incluyendo la personalidad de la casa que actúa como telaraña para sus habitantes. El segundo realiza Visa USA, co-producido con el ICAIC de Cuba, donde demuestra el oficio de director mediante efectivos recursos narrativos para contar la historia de dos ilusiones, la de viajar y la de amar, encarnadas en personajes de la provincia vallecaucana.
Al programa de mediometrajes pertenece Ella, el chulo y el atarván (1986), primera película dirigida por Fernando Vélez, un caleño con formación de fotógrafo y camarógrafo de documental, que había trabajado en Agarrando Pueblo, pero que realizó casi toda su carrera en Bogotá. La historia es una tragi-comedia con personajes y ambiente populares, rodada en el barrio Siloé.
Entra también Oscar Campo, cinéfilo y comunicador social que había hecho sus primeras armas en el Cine-club de Cali. Realiza su primera película utilizando también el formato de mediometraje: Valeria (1986), un relato fantástico escrito a dos manos con Sandra McLean, sobre la relación de una niña con el mundo de los muertos y ubicada en un microcosmos caleño. Posteriormente realizó en el mismo formato el argumental, Las andanzas de Juan Máximo Gris (1987), con la actuación del realizador caleño de televisión William González y del filósofo Jean-Paul Margot. Es la historia de un soldado errante, ubicada en el contexto histórico de las guerras civiles de fines del siglo XIX, que enamora mujeres a su paso y las mata de amor después de abandonarlas. Hay en sus historias una cuota significativa de referencias a la historia del cine, sobre todo a los géneros del terror, del fantástico y a los westerns crepusculares. Con Las andanzas de Juan Máximo Gris se cierra la segunda fase del grupo de Cali, donde predominó la producción cinematográfica. Varios comunicadores, cineastas, técnicos y actores van a trabajar en televisión a Bogotá y deja de hacerse cine en Cali.